La presencia del fenómeno de El Niño en Bolivia prevista para fin de año agravará la sequía y la crisis hídrica que golpea el país por segundo año consecutivo y se prolongará hasta el año 2024 o por más tiempo, señalaron expertos en la temática de cambio climático.
Bolivia se encuentra golpeada por la sequía por segundo año consecutivo y la última semana se registraron temperaturas de calor extremo que superaron los récords históricos; también niveles históricos mínimos de caudales, en el lago Titicaca y otros afluentes.
El docente e investigador del Instituto de Ingeniería Sanitaria y Ambiental de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Óscar Paz Rada, señaló que, de acuerdo con análisis prospectivos realizados por centros científicos importantes como la NOAA y el CIIFEN, este fenómeno tendría alta incidencia entre 2023, 2024 y posiblemente dure hasta más allá de 2024, pero con menor intensidad como sucede con estos fenómenos.
Sin embargo, no descarta que este fenómeno sea plurianual, como ocurrió en el pasado reciente con el fenómeno de La Niña, añadió.
El experto en glaciología y docente de la UMSA Edson Ramírez precisó que la sequía y el incremento de temperatura que se presentan en Bolivia son las secuelas del fenómeno de La Niña que se arrastra desde el pasado año.
Aseguró que el fenómeno de El Niño se presentará recién a fin de año y su efecto agravará la sequía. “Los afluentes se secan porque la recarga hídrica no es infinita”, alertó el profesional.
Sobre el tema, el director ejecutivo de la Plataforma Frente al Cambio Climático, Juan Carlos Calderón, señaló que la situación es impredecible, pero los episodios son cada vez más seguidos. “Es el segundo año consecutivo que se sufre de sequía y las poblaciones vulnerables son las más castigadas”, sostuvo.
Paz Rada explicó que el fenómeno de El Niño genera efectos diversos en el país, fuertes sequías en la parte occidental e inundaciones de las zonas bajas, “con impactos diversos a nivel de recursos hídricos, la agricultura, la ganadería y naturalmente sobre la salud y la economía de las personas”.
Adelantó que estos fenómenos serán más frecuentes e intensos con el tiempo debido a que se produce una sobreposición de efectos entre El Niño o La Niña y el cambio climático.
Por lo tanto, se debe plantear un nuevo paradigma del desarrollo que es la resiliencia climática, lo que implica medidas estructurales tanto blandas como duras, que permitan enfrentar esos fenómenos climáticos.
“De lo que se trata es de establecer medidas preventivas y no esperar el desastre para reaccionar”, aseguró el investigador.
En términos de agua, por ejemplo, debe iniciarse la construcción de obras de cosecha de agua que permitan incrementar el almacenamiento y disponer del recurso.
Se deben sumar cambios de conducta en los sistemas de riego y usar sistemas de riego por goteo o por aspersión, eso implica un cambio de conducta y comportamiento.
Hay mayor riego sobre las regiones más vulnerables y por ende son las zonas rurales más pobres y por tanto se puede generar potenciales migraciones masivas como fue el fenómeno de El Niño de 1982 y 1983. “Algunos análisis señalan que El Niño, en términos de sequía, se sentirá con mayor fuerza en regiones de Potosí, La Paz, Cochabamba, Tarija y Chuquisaca e incluso algunas zonas de Santa Cruz. En zonas bajas la inundación sería el factor desencadenante”, añadió.
En el país, siete de nueve departamentos sufren de sequía; Potosí y Oruro emitieron declaratorias de desastre y en Cochabamba y Chuquisaca se encuentran en emergencia.
Efectos
La sequía tiende a incrementar la vulnerabilidad de las personas, tanto en el área rural como en las ciudades, lo cual puede implicar impactos sobre la seguridad alimentaria como la reducción de la productividad y del rendimiento de cultivos, la salud, la falta de recursos hídricos que trae consigo pérdidas económicas a todo nivel y en el caso de las zonas de inundación, pérdidas económicas en la infraestructura y muchas veces en los sistemas vitales. “No debemos olvidar que fenómenos de El Niño en el pasado han generado en el país pérdidas económicas del orden del 3 al 5 por ciento del Producto Interno Bruto”, concluyó Paz Rada.