Entre los años 2021 y 2022, la tasa de pérdida de masa boscosa o bosque primario creció en 32 por ciento en Bolivia, de acuerdo con un monitoreo de la plataforma en línea Global Forest Watch.
Santa Cruz es la región donde se concentra la mayor deforestación atribuida principalmente a la agricultura intensiva alentada por las ganancias que genera la producción de soya y sus derivados.
En 2022, la soya y sus derivados fueron la tercera mayor exportación de Bolivia, generando ingresos de más de 2 mil millones de dólares. Un estudio de Trase, que analiza las cadenas de suministro, encontró que la producción de soya boliviana estaba vinculada a cantidades excepcionalmente altas de deforestación en comparación con lo que ocurre con Brasil, Argentina y Paraguay.
Al respecto, la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas (Anapo) niega que el sector soyero sea responsable de la deforestación y afirma que la superficie dedicada al cultivo de ese grano apenas ha aumentado en los últimos años.
Trase sostiene que continuamente se deforestan nuevas tierras y se siembran con soya durante algunos años, con rendimientos decrecientes, hasta que se dedican a otra actividad, como la ganadería de baja intensidad. Por lo tanto, es posible que la superficie total no esté aumentando, pero el sector sigue impulsando la deforestación.
Según la revista Nómadas, San Ignacio de Velasco, Pailón, Concepción, San José de Chiquitos y Charagua son los cinco municipios cruceños donde están concentrados el 41 por ciento de los bosques deforestados del departamento de Santa Cruz.
El valor de la tierra
En su investigación, Trase afirma que en Bolivia es más barato comprar tierras forestales y convertirlas en tierras de cultivo que invertir en tierras de cultivo existentes para mejorar su productividad y longevidad. Además, el valor de esa tierra aumentará, lo que da una idea del próspero negocio detrás de la agricultura en Santa Cruz.
“El negocio de la soya no es realmente un negocio de soya”, asevera Stasiek Czaplicki, un economista ambiental que contribuyó al informe Trase. “Es el negocio de la tierra”, agrega.
Alcides Vadillo, director de la ONG Fundación Tierra, señala que la tierra sigue siendo barata en Bolivia —mucho más asequible que en los países vecinos— pero su valor aumenta continuamente a medida que Bolivia se integra más a los mercados regionales e internacionales. También cuesta relativamente poco deforestar esa tierra, afirma, porque el Estado boliviano subsidia fuertemente el combustible, y la deforestación de la tierra puede duplicar o triplicar su valor.
¿Un negocio legal?
De acuerdo con el economista Czaplicki, en los años 90, las tierras forestales en Bolivia se podían comprar entre 20 y 70 dólares por hectárea; hoy en día, esa propiedad podría valer casi mil dólares por hectárea. “Imagínese si invirtiera en los años 90 y vendiera ese terreno hoy. Los beneficios son extraordinarios; no se me ocurre ningún otro negocio legal parecido”, comenta.