Este 26 de junio se registró un hecho que marcará la historia democrática de Bolivia y de las Fuerzas Armadas. El general Juan José Zúñiga, comandante del Ejército, encabezó una asonada militar, que osó ingresar a la fuerza al Palacio de Gobierno, pero que en pocas horas fue desactivada con su líder detenido.
Zúñiga ya había generado polémica desde el lunes, cuando advirtió que Evo Morales no puede ser candidato a la presidencia y que incluso podría detenerlo.
Mientras era objeto de las críticas, incluso a nivel internacional, Zúñiga dio un paso que sorprendió este miércoles. De repente, encabezó una columna de coches blindados del Ejército y efectivos militares que tomaron la plaza Murillo alrededor de las 13:30.
Atónitos, los ciudadanos no entendían en primera instancia lo que ocurría y por qué los militares estaban en el centro político. Sorprendidos también estaban ministros que estaban en la Casa Grande del Pueblo para una reunión de gabinete, pero salieron a reclamar por la movilización militar.
El presidente Luis Arce había denunciado en sus redes sociales “movilizaciones irregulares de algunas unidades del Ejército”, mientras que Evo Morales fue más duro y acusó a Zúñiga de gestar un golpe de Estado, ante lo cual convocó a un paro nacional de resistencia.
Zúñiga proclamó en plaza Murillo que las Fuerzas Armadas se movilizaban por molestia ante la humillación y deslealtad. Su discurso apuntaba a que “vándalos” se hicieron del poder aprovechándose de la gente pobre. Dijo que tomaría la Casa Grande del Pueblo y posesionaría a un nuevo gabinete.
En los momentos más tensos, cerca a las cuatro de la tarde, Zúñiga a bordo de un blindado impactó la puerta de Palacio en dos ocasiones, para forzar la puerta.
Ingresó al Palacio y, entonces, se vio la cara con el presidente Luis Arce. El mandatario le ordenó enfáticamente que repliegue a las tropas, pero el general se negó.
Luego de ese episodio, el general Zúñiga salió del Palacio junto a sus soldados. Entre tanto, ministros y funcionarios se parapetaron.
El presidente Arce, mediante un video, convocó a la población a movilizarse contra lo que denominó intento de golpe de Estado.
Zúñiga se encerró en la tanqueta, pero al poco tiempo salió para hacer otro pedido: liberar a presos políticos, entre quienes mencionó a Luis Fernando Camacho, Jeanine Añez, además de militares.
En esos momentos, los militares reprimieron a quienes se habían movilizados en defensa del Gobierno, mediante el uso de agentes químicos y balines. Después se reportó al menos nueve heridos.
Mientras la plaza seguía tomada, pasadas las cinco de la tarde, Arce posesionó a un nuevo Alto Mando militar, que a su vez ordenó en el acto el repliegue de las fuerzas.
Debilitado el movimiento de Zúñiga, los militares se retiraron de la plaza Murillo. El general se fue en la misma tanqueta donde había llegado y arremetido contra el Palacio de Gobierno.
Zúñiga se fue a refugiar al Estado Mayor, pero cerca a las siete de la noche fue aprehendido en un operativo encabezado por el viceministro Jhonny Aguilera.
Al ser sacado del Estado Mayor, el general brindó declaraciones escuetas en que acusó al presidente Arce de ordenar la movilización de los blindados y de un “autogolpe”.
Fue llevado a la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen. A las nueve de la noche, Zúñiga fue presentado ante los medios como un “delincuente”, calificado así por el ministro Eduardo Del Castillo.
El general, que horas antes anunciaba cambio de gabinete, ahora estaba enmanillado con las manos hacia atrás y con el chaleco de aprehendido.
En su presentación como aprehendido, el general no se atrevió a hacer declaraciones.
Junto a él fue presentado el vicealmirante Juan Arnez, ahora excomandante de la Armada, quien –según el Gobierno- estuvo junto a Zúñiga en el blindado que arremetió contra Palacio de Gobierno.
Así, en cuestión de horas terminó la asonada del general Zúñiga, que ahora enfrentar cargos penales por sus acciones.