El próximo sábado 23 de marzo, Bolivia se enfrentará a un hito demográfico que confirmará una transformación fundamental en su estructura poblacional: el Censo 2024 revelará que el país ha dejado de ser predominantemente rural para convertirse en mayoritariamente urbano. Este cambio, anticipado por las proyecciones del planificador Óscar Montero, marca un punto de inflexión en la historia demográfica boliviana.
«Este cambio implica un proceso de planificación, o al menos debería implicarlo», señaló Montero, refiriéndose a la necesidad de adaptar políticas públicas y servicios a esta nueva realidad. Durante mucho tiempo, Bolivia ha mantenido una constante como el país con mayor población en áreas rurales. Sin embargo, esta tendencia está cambiando rápidamente.
La migración campo-ciudad ha sido un fenómeno determinante en este proceso. La falta de oportunidades en áreas rurales, especialmente en educación y salud, ha impulsado a un creciente número de personas a buscar mejores condiciones de vida en los centros urbanos. La carencia de hospitales de segundo o tercer nivel y la escasez de instituciones educativas de calidad en las zonas rurales han sido factores determinantes en esta migración.
Surge entonces la interrogante sobre quién producirá los alimentos que la tierra proporciona si el campo está perdiendo población. Este desafío, agravado por los cambios climáticos severos, plantea dilemas vitales tanto para Bolivia como para el mundo en general. La necesidad de repensar las políticas agrícolas y de desarrollo rural se vuelve más urgente que nunca ante este panorama cambiante.