Desde Berlín, el medio Der Tagesspiegel insiste en que, si el presidente Lula da Silva no quiere ser depuesto por las Fuerzas Armadas, deberá lograr romper con la larga tradición golpista en Brasil. Así comenta Der Tagesspiegel la situación:
«Lula ha entendido el peligro y actuado rápidamente. Cambió el comando del Ejército, la escolta presidencial y le quitó a las Fuerzas Armadas el control sobre los servicios secretos. Asimismo, el presidente estableció que ningún militar podrá volver a presentarse como candidato para un cargo de elección popular o trabajar en la administración estatal. Esto es un buen comienzo, pero nada más.
A Lula le esperan dos tareas hercúleas: por un lado, deberá lograr que los militares involucrados en la intentona golpista de enero sean investigados y sancionados. Esto no es nada fácil en Brasil. Hasta ahora, ningún miembro del Ejército ha sido condenado por las graves violaciones de derechos humanos durante la dictadura. El segundo paso sería modificar la doctrina en las academias militares. Los miembros del Ejército, de la Marina y de la Fuerza Aérea deben aprender que los militares no son una fuerza moderadora, no deben inmiscuirse en la política. No están ahí para combatir un enemigo interno imaginario.
Al mismo tiempo, el presidente brasileño sabe que, con las reformas, toca un asunto delicado. Enfrentará oposición, desde los cuarteles, de las fuerzas políticas de extrema derecha y de una cuarta parte de los brasileños, que apoyan incondicionalmente a Bolsonaro. Será una tarea peligrosa y ardua para Lula. Pero no hay alternativa».
Por su parte, el Süddeutsche Zeitung analiza el significado del retorno de Jair Bolsonaro para Brasil. El expresidente sudamericano había permanecido casi tres meses en Estados Unidos. El diario lo analiza así:
«Nadie sabe qué pasará con Bolsonaro. Por primera vez en casi 30 años, no ocupa ningún cargo electo. Oficialmente, es presidente de honor de su partido, pero aún no se ha pronunciado sobre si, en el futuro, aspira a ganar más influencia.
(…) De nuevo, el ambiente es tenso en el país, un claro retroceso. Si bien en la capital Brasilia aún no han sido borradas todas las huellas del ataque del grupo de derecha de principios de enero, en las últimas semanas, el Gobierno de izquierda por lo menos había logrado traer algo de paz y normalidad a la mayor democracia de Sudamérica.
Pero esto se ha terminado: el retorno de Jair Bolsonaro no fue tan triunfal como sus seguidores habían esperado, pero dará nuevo impulso a los grupos de derecha y su resistencia contra el Gobierno de izquierda. A Brasil, eso está claro, le esperan tiempos difíciles».
Al rotativo Frankfurter Allgemeine Zeitung le llama la atención el reciente encuentro entre el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Celso Amorim, y el presidente ruso, Vladimir Putin, para sondear la posibilidad de negociaciones de paz que pongan fin a la guerra en Ucrania:
«En Europa y Washington, los esfuerzos de Lula da Silva causan asombro y cierta decepción. Sin embargo, desde hace décadas, Brasil sigue una política exterior de no alineamiento. Además, casi todos los gobiernos latinoamericanos, que sufren las consecuencias económicas de la guerra, como una alta inflación, apoyan las exigencias de diálogos de paz.
(…) La mayoría de los observadores duda de que la mediación de Lula da Silva en la guerra en Ucrania sea muy exitosa. No obstante, como miembro de los Estados BRICS, a los que también pertenecen Rusia, India, China y Sudáfrica, Brasil por lo menos tiene acceso directo a Moscú y Pekín, donde Lula da Silva se reunirá este mes con el jefe de Estado chino, Xi Jinping».