La escasez de combustibles en Bolivia ha alcanzado niveles críticos. Según Raúl Velásquez, analista en hidrocarburos de la Fundación Jubileo, el país requiere de 10 millones de dólares cada día para importar combustibles necesarios para abastecer el mercado interno. Esta situación es consecuencia de una drástica caída en la producción de hidrocarburos, con una disminución del 53% en líquidos y un 46% en gas desde 2015.
El país, que solía producir 63 mil barriles diarios, ha visto su capacidad reducirse a 28.600 barriles por día. Esta caída en la producción interna ha forzado a Bolivia a depender cada vez más de las importaciones. Actualmente, el 80% del diésel y el 58% de la gasolina consumidos en Bolivia provienen del exterior.
La situación se agrava con el crecimiento exponencial del parque automotor. Desde 2006, el número de vehículos ha pasado de menos de 500 mil a aproximadamente 2.5 millones. Estos vehículos consumen combustibles subvencionados, lo que ha generado un costo anual de 2 mil millones de dólares para el Estado.
Velásquez advierte sobre la gravedad del problema: «No tenemos producción, tenemos que importar y no tenemos dinero, la fiesta se ha acabado, tenemos que despertar a la realidad». A pesar de los altos costos internacionales, en Bolivia el litro de gasolina se vende a 3,74 bolivianos y el de diésel a 3,72 bolivianos, un precio significativamente subvencionado.
La dependencia del país en las importaciones de combustibles y la falta de divisas para financiar estas compras colocan a Bolivia en una situación económica delicada, que requiere soluciones urgentes para evitar un colapso energético.